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martes, 21 de octubre de 2014

A los envidiosos y peseteros de la comunicación, que dejen trabajar a los que aún tienen moral

Por: Miguel Ángel Geraldo.
Una persecución se ha desatado en contra de comunicadores Sanjuaneros quienes de manera muy ardua , con gallardía, de manera desinteresada, sin mala fe y con mucho trabajo, han logrado establecer nombres sonoros en la comunicación local sin haber agotado una vida tan larga en estos menesteres.
Esta impertinente persecución, no viene de la sociedad civil ni mucho menos de los sectores populares y carenciados de esta urbe sureña por la que nuestro equipo de comunicadores se la está jugando en el día a día y por los cuales a diario vivimos elevando esa voz de alerta y de solidaridad.
La persecución viene de fracasados comunicadores, que a pesar del tiempo en este oficio no han logrado escalar en el gusto de la población por su inclinada carrera ligada al tumbapolvismo, limpia saquismo, a ocultar la verdad y a recibir dádivas o pesetas que les convierte en bocinas y velloneras, que para poder hablar hay que echarle una moneda para poder sonar.
La verdadera comunicación está desligada de todas estas cosas negativas que arriba antes señalamos.
Exhortamos a nuestros compañeros de la comunicación que se han convertido en francos tiradores en contra de los que han crecido, trabajen, ahorren y progresen para evitar el descrédito moral y puedan ser un ente merecedor de respeto, decoro y dignidad ante nuestra sociedad.
Recuerden compañeros y compañeras comunicadores, que San Juan y el mundo nos está observando a todos, y que cada cual es arquitecto de su propio destino, y que en base a lo que usted y nosotros hagamos, nos juzgarán.
A los envidiosos y peseteros de la comunicación, los convidamos a que trabajen y que dejen trabajar sin molestar a los que aun a pesar de todo, podemos exhibir una buena conducta, moral y trayectoria intachable, capaces de poder emplazar a cualquiera que tenga las pruebas de que a través de nuestro trabajo le hemos intentado chantajear, contrario a otros que por su cola a cientos de kilómetros cualquiera se la puede pisar.
Al que le sirva el zapato que se lo ponga. 

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