NUEVA YORK. Asombroso por su magnitud y audacia, el canje que los Dodgers de Los Angeles y los Medias de Rojas de Boston concretaron el fin de semana viola una serie de máximas muy arraigadas sobre el manejo de los equipos de Grandes Ligas.
Los Dodgers estaban tan desesperados por adquirir al primera base Adrián González y deshacerse de James Loney, que no tuvieron reparos en hacerle un favor a Boston al llevarse a Josh Beckett, un pitcher con una recta cuya velocidad ha mermado progresivamente, y Carl Crawford, un jardinero que acaba de operarse el codo izquierdo y podría estar fuera hasta nueve meses.
Boston también cedió al infielder Nick Punto y US$11 millones por Loney y los prospectos Rubby De La Rosa, Allen Webster, Jerry Sands e Iván de Jesús hijo.
Con nuevos dueños, la franquicia de Los Angeles quiere asegurar un boleto a la postemporada como sea. Les importa un bledo el precio, mucho menos que se les recrimine que ignoren los conceptos de gastar con inteligencia.
Los Medias Rojas, en tanto, simplemente quisieron sacarse de encima a un grupo de jugadores caros que estaban rindiendo por debajo de las expectativas y que para colmo se habían convertido en problemáticos dentro de un vestuario en el que las polémicas eran cotidianas.
De un plumazo, Boston borró de su nómina compromisos salariales que rebasan los US$250
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