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martes, 25 de febrero de 2020

Golpe de Estado cívico-militar: análisis de la hecatombe

EL AUTOR es educador. Reside en Villa Vásquez.

Por DAYGOROD FABIAN



Antes de analizar la flamígera circunstancia ocurrida el pasado domingo 15 de febrero, es notoriamente necesario evaluar la modalidad de lo acaecido, recordando algunas premisas imprescindibles para entender lo sucedido.

Cuando se lleva a cabo un golpe de Estado, por lo común, éste responde al desacuerdo de diversos sectores (populares, oligárquicos o fácticos) con el gobierno de turno legítimamente electo.

Implica esto un quiebre del orden establecido pues al colapso de la democracia se le añade la reprensión previa, la disminución de los derechos civiles y hasta la posibilidad de desaparecer como estado democrático y de derecho.




Un golpe de Estado además de romper la Constitución Nacional, es a su vez la eliminación de una forma de vida en libertad.

En el pasado (y presente en algunos casos) los golpes de Estado han respondido a cuestiones relativas a la economía: petróleo, ubicación geográfica, recursos naturales y en otros casos el nacionalismo ha estado involucrado.

Perpetración

Se colocan cabestrillos a la sociedad y a las armas que da el ordenamiento jurídico, al ciudadano, para defenderse y de esa forma evitar la disidencia respecto del golpe.

Se saltan las normas legalmente establecidas o se ofrecen interpretaciones para viabilizar lo ilegal.

Aunque se refieren a grupos, en verdad los golpes son llevados a cabo por mismo sector, que es el ideólogo del fatídico evento que quiebra la democracia.

Antes los golpes eran una especie de abrojo, colocado sutilmente para evitar el libre tránsito de la democracia; de ahí que todo deviniera en violencia. Actualmente se aplican otras fórmulas ligadas al ámbito mediático (apoyo de los medios de comunicación) para disfrazar la desgracia revestida de salvación paradisiaca.

Lo del Domingo 15 de Febrero

Estupefactos, pero sin asombro por las advertencias, se detuvieron las elecciones Municipales del 15 de febrero de 2020; un hecho sin precedentes, pues hasta en las simulaciones del tirano Trujillo se efectuaba la cita popular sin contratiempos.

La resistencia popular había evitado una estocada a la Constitución, al impedir otra reforma con un propósito único.

Nadie bajó la guardia respecto a lo venidero, pero tampoco se esperaba tanto. El afán desmedido de imponer un voto automatizado, a pesar del desastre del 6 de octubre 2019, fue la principal advertencia de que días oscuros se acercarían a la luz de nuestra democracia.

El país se dividió en dos (2): los que votarían manualmente y los que no. Los automáticos fallaron, pero en la JCE se llevaban a cabo otras eventualidades que mostrarían las reales intenciones.

Un Subdirector (Robert de la Cruz) del DNI (Departamento Nacional de Investigaciones) fungía como delegado o representante del partido de gobierno ante el órgano electoral, un hecho injustificable, pero con una finalidad clara.

A pesar de las miles de advertencias, incluyendo la clarividencia de la experiencia del Dr. Marino Vinicio Castillo (Vincho) en su legendario programa la Respuesta de diciembre del 2019, no se hizo caso, se llevó a cabo el terrorífico plan de no llevar a cabo elecciones.

Una tesis era esgrimida pero nos negamos a creerla. Consistía en no efectuar elecciones, forzar la unificación de las mismas (municipales con congresuales y presidenciales) mediante una reforma constitucional con propósitos interiores alejados de la democracia.

Del desastre del domingo se debía dimanar esa realidad.

Claro, en otro análisis sería adecuado observar el nivel de impacto a ojos del gigante del norte (EEUU) con relación a la coincidencia del régimen Chavista con la oposición dominicana.

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