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sábado, 18 de abril de 2020

Paz a vosotros

  • Paz a vosotros
Cardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
II Domingo de Pascua
a) Del libro de los Hechos  de los Apóstoles 2, 42-47.
El título de es­te libro no res­ponde al conte­nido de la obra, no nos informa de los hechos de todos los Apóstoles, sino que nos ha­bla casi exclusivamente, sin pormenores, de Pedro y Pa­blo. El contenido está cen­trado en la historia de la fundación, desarrollo y pro­pagación del primitivo cris­tianismo.
En los últimos versí­culos del segundo capí­tulo Lucas cuenta breve­mente la intensa vida de fe de la primera comuni­dad apostólica en Jerusa­lén, después de la venida del Espíritu Santo duran­te la celebración de Pen­tecostés, describiendo las actitudes y prácticas que mantienen esa vida: la es­cucha de las enseñanzas de los Apóstoles, la ora­ción continua y la “frac­ción del pan”. El Templo en el que Jesús había en­señado y confrontado a los escribas y fariseos continuó siendo frecuen­tado por sus devotos se­guidores judíos.
b) De la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 3-9.
La tradición antigua atri­buye la carta a Pedro, ancia­no y quizás prisionero, cer­cano a la muerte; con ese nombre se introduce el autor en el saludo, “Pedro, apóstol de Jesucristo”. Encarga su redacción a Silvano, compa­ñero de Pablo. Esta primera Carta se considera como un testimonio de su fe, dirigido especialmente a la comuni­dad de gentiles que se habían convertido al cristianismo en el Asia Menor. Su argumento principal es la necesidad y el valor de la pasión del cristia­no a ejemplo y en unión con Cristo. Su intención era con­solar y animar a los cristianos de Asia durante los tiempos de persecución y sufrimien­to, describiendo el significa­do de la nueva vida que ha­bían recibido en el bautismo.
c) Del Evangelio de San Juan 20, 19-31.
En este evangelio se relatan dos apariciones de Jesús re­sucitado: primera en la tar­de del mismo día de la Resu­rrección, estando ausente el apóstol Tomás (vv. 19-20); la segunda, con Tomás presen­te, a los ocho días de la pri­mera (vv. 24-31). El estado de ánimo de los discípulos era deplorable: puertas ce­rradas por miedo a las auto­ridades religiosas; tristeza, incomunicación y duda radi­cal sobre Jesús. En este con­texto comunitario tiene lugar la inesperada aparición de Jesús al atardecer, quien les saluda: “Paz a ustedes”. Y en seguida les muestra las ma­nos y el costado con las llagas de la Pasión, como pruebas de su identidad.
El efecto que se sigue es la alegría y la fe de los dis­cípulos al ver al Señor resu­citado, quien por segunda vez les desea la Paz.
La profesión de fe pas­cual, será el fundamento de la esperanza, anuncio y testimonio de los Após­toles y del Credo secu­lar de la Iglesia naciente y futura. Jesús confía una misión a su Iglesia repre­sentada en los discípulos: “Como el Padre me ha en­viado así también los en­vío yo”. Jesús infunde su Espíritu sobre sus discípu­los con un rito que diría­mos sacramental “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo” (v. 22). Al darles su Espíritu, Jesús añade: “a quienes les perdonen los pecados, les quedan per­donados; a quienes se los retengan, les quedan rete­nidos”.
En la segunda aparición, Je­sús invita a Tomás a realizar sus comprobaciones empíricas, por la conclusión que pronunciará Jesús podríamos decir que los destinatarios de esta aparición somos todos nosotros: “dicho­sos los que crean sin haber vis­to”. Él es un modelo paradóji­co de fe, pues si en un principio es paradigma de incredulidad, posteriormente es modelo de fe absoluta, pues de sus labios bro­ta la más alta confesión de fe en Cristo que leemos en el Nuevo Testamento: “¡Señor mío y Dios mío!” (v. 28). Y ante esta esplén­dida confesión, Jesús concluye: “¿Por qué me has visto has creí­do? Dichosos los que crean sin haber visto” (v. 29).
Hoy más que nunca el mundo necesita esa paz, fruto de la Resurrección, para afrontar con resilien­cia la pandemia del sars-co2. Mis plegarias por los que han perdido la vida, por los que sufren y por los que día a día luchan por sal­var a sus hermanos. ¡Ánimo y paz en el Señor!.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nues­tro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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