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viernes, 16 de mayo de 2014

Un Réquiem por Doña Janet Guerrero Viuda Duval


Periodista Rubén Zabala Moreta.
Por: Rubén  Moreta.  
La semana pasada escribí un artículo sobre el Síndrome del Olvido, y lo definía como las omisiones perennes de las obras, hazañas y entrega a la sociedad de figuras locales, que muchos sanjuaneros/as padecemos. A propósito del tema, en este trabajo voy a traer a la memoria de todos y todas a otro ciudadano trascendente olvidado, ya que muy pocos recuerdan la obra social, empresarial y filantrópica de aquel hombre alegre, jovial, de entrega absoluta a causas comunitarias, pero ante todo, un Científico de la Medicina: el Dr. Julián Arístides Duval Rodríguez.
Este ilustre munícipe de bondad ilimitada, fue –utilizando dos términos muy de moda hoy-un emprendedor e innovador. En su época fue el más connotado Pediatra sanjuanero. Creó la primera Clínica Pediátrica privada, que funcionó en la Avenida Anacaona esquina General Cabral y contribuyó a traer la primera ambulancia a la ciudad, a través de la Cruz Roja Dominicana, de la cual fue fundador en San Juan y Presidente de dicha institución durante 16 años.
El Dr. Julián Duval, junto a organizaciones de servicio, desarrolló importantes proyectos sociales en comunidades empobrecidas.
Ninguna calle de la ciudad, ninguna sala o área del hospital Regional Universitario Alejandro Cabral, ninguna clínica rural o barrial del sector público en esta ciudad sureña lleva su nombre, a fin de eternizarlo y expresar gratitud eterna por sus aportes sociales. El doctor Julián Duval, ese hijo orgulloso del Córbano, es otra víctima del “Síndrome del Olvido”.
Al lado del Dr. Duval siempre estuvo una gran mujer, su esposa Doña Janet Antonia Guerrero Ávila, una dama connotada, de finos modales y gran ilustración, oriunda de Higuey, con quien se casó el 26 de agosto del 1964 y se la trajo a vivir a San Juan de la Maguana.
Doña Janet vino a esta urbe junto a su inseparable hermana menor Daisy (una de mis grandes amigas).
Doña Janet procreó cinco hijos con el Dr. Duval, tres de los cuales murieron a destiempo (uno de apenas nueve meses, luego la hermosa Doris, cuyo deceso se produjo tras ser embestida por un vehículo en movimiento que le produjo una fractura femoral, de la cual fue intervenida quirúrgicamente y dos días después expiró de un paro respiratorio el 31 de mayo del 1991. Esta era una joven dueña de una sonrisa inmensa y una chispa contagiosa. Unos meses después, murió Ricardo, el mayor, quien falleció el 28 de enero del 1992 de un edema cerebral).
Doña Janet, emprendedora también, desarrolló una tienda de novedades y novias, la primera de su tipo, en el primer “mool” de San Juan de la Maguana y de toda la región, el Edificio Ramírez. Trasladó luego su tienda a un anexo en la parte frontal de su vivienda, de la calle Pedro J. Heyaime.
Estaba concentrada, además de sus actividades empresariales, en la fe cristiana. En los últimos veinte años militaba en la Iglesia Menonita Central, siendo parte importante de los círculos de oración de ese templo protestante.
Este año Doña Janet cumpliría cincuenta años de residencia en esta urbe sureña.
Su amado esposo, el Dr. Duval murió hace unos años, los dos hijos migraron a estudiar y ella se quedó viviendo sola en la casa, que fue siempre la morada de su sueño, su paraíso, y allí, la tarde del viernes, tres (3) alienados la asecharon y en el momento de cerrar su tienda, la empujaron al interior de la misma, la golpearon y estrangularon, quitándole la vida, para robarle más de cuarenta mil pesos de la venta de toda la semana.
Ella intentó defenderse. Les arañó el cuello y la cara a sus verdugos, pero estas bestias furiosas pudieron más.
A Doña Janet, esa apacible hija de Dios, le dieron una muerte atroz.
Que malvados.
Asesinos malditos.
Esos desalmados mataron a una gran dama, a un ser humano auténticamente cristiano, que les aseguro no le hizo daño a nadie.
¿Quién parará esta maldita violencia y enfrentará la inseguridad ciudadana?
El autor es Periodista y Profesor UASD.

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