Unas vez los ilegales haitianos se establecen aquí, los potias les cobran cuotas semanales y mensuales por préstamos que les otorgaron.
Muchos haitianos con fuerza económica, de Puerto Príncipe, Cabo Haitiano, Trou Dunord, Millot y Fiort Liberté, han vendido o están vendiendo sus negocios y mudándose a República Dominicana, aprovechando el clima de seguridad para sus negocios e inversiones de todo tipo.
Por: Ricardo Santana
SANTO DOMINGO.-La República Dominicana se ha convertido en los últimos meses en el sueño anhelado y paraíso preferido de miles de haitianos de clases baja, media y alta que optan por alcanzar este lado oriental de la isla, mientras los pobres, que son mayoría, usan la vía irregular.
Los más pudientes se afanan por conseguir visados para establecerse en el país, debido a la inseguridad, el aumento de los secuestros, la falta de alimentos, combustibles y otros males.
Muchos comerciantes establecidos en Puerto Príncipe, Cabo Haitiano, Trou Dunord, Millot, Fort Liberté y otras ciudades del Sur, Norte, Noreste y Noroeste de Haití, están vendiendo y cerrando sus negocios para venir a vivir a República Dominicana, donde dicen que hay estabilidad social, política, económica, educativa y de otras índoles.
Los poteas o potiás se aprovechan de la desesperación de haitianos, principalmente de los más pobres para prestarle dinero a tasas antojadizas y orientarlos para que ingresen a territorio dominicano.
Sacando provecho
Una vez se establecen en el país, les cobran cuotas semanales, quincenales y mensuales, muy exorbitantes por los préstamos que le conceden.
Los poteas tienen contratados a otros inmigrantes haitianos que se encargan de cobrar los intereses y muchas veces el capital a los deudores residentes aquí.
Carmita Espinary, una inmigrante haitiana apresada hace cinco días por miembros de la Cuarta Brigada del Ejército con asiento en Mao, dijo que tenía una pequeña fábrica de dulces en la localidad de Bayaha, pero que ladrones en horas de la noche se la saqueron.
En ese contexto, la inmigrante, refirió que se vio precisada a buscar 30 mil gourdes(26 mil pesos dominicanos) prestados a dos poteas para ingresar clandestinamente a territorio dominicano usando la frontera de Dajabón.
Pero se quejó que mientras trataba de llegar a la ciudad de Santiago de los Caballeros donde tiene familiares y amistades, miembros del Ejército la apresaron junto a otros de sus compatriotas en la comunidad de Judea, en la provincia de Montecristi.
Subrayó que ahora tiene que pagar el dinero que debe a los poteas, con abusivos intereses y el capital siempre congelado hasta que ellos quieran.
Los potiás hacen dela suyas
Otras haitianas que esperaban el proceso de depuración para su deportación a su país, contaron que muchas veces tienen que acceder a propuestas indecorosas de los potiás en su país, para que sean un poco flexibles con sus deudas y no las presionen tanto.
“Muchas veces no tenemos otra opción que no sea la de tener relaciones sexuales con ellos, tal vez así nos llevan más tranquila, porque el que le debe a esa gente tiene que pagarle porque presionan mucho y secuestran hasta que paguemos”, refirió.
Otras inmigrantes significaron que en el trayecto de las comunidades haitianas con destino a República Dominicana, se ponen de acuerdo con los poteas para que “las usen sexualmente a su manera” y de esa forma flexibilizar un poco sus deudas.
En tanto, muchos hombres le sirven de guías y seguridad para evitar que inmigrantes se dispersen, ya que algunos, aunque poco, al acercarse a la frontera dominicana, quieren arrepentirse.
“Esto está feo, no es lo mismo de hace 3 y 20 años, por donde quiera te encuentra con un guardia que te persigue y te apresa”, comentó Jean Louis, otro inmigrante arrestado por efectivos del Ejército y repatriado por Migración.
SEPA MÁS
Operativos del EN y Migración
Siguen arrestos.
El Ejército reforzó ayer los operativos en contra de inmigrantes ilegales que han logrado cruzar ilegalmente la frontera.
La cifra de inmigrantes indocumentados detenidos y entregados a Migración en menos de cuatro meses asciende a casi 16,000 y las operaciones no se detienen.
Los guardias, a pie, en motocicletas y vehículos todo terreno recoerren caminos, montes, requisan casas y construcciones abandonadas, mientras en los puestos de controles militares, a lo largo de la carretera Dajabón, Montecristi y Santiago, se han establecido rigurosos chequeos a los vehículos, sobre todo a autobuses del transporte público, camiones, patanas, jeepetas y otros autos de cuatro cilindrajes.
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